De entrada, una evidencia, que no por dura debe ser inabordable: en México la seguridad no es una prioridad ni ha existido la menor intención de construir un sistema de justicia idóneo y compatible con las circunstancias y necesidades del país. Y a partir de allí podemos hilvanar una descripción: nuestro sistema de procuración de justicia está politizado y es incapaz de cumplir su misión: se acusa pero no se investiga; se violan los derechos de la víctimas y de los victimarios; se usan métodos ilegales e incivilizados, como la tortura, para extraer confesiones; y los jueces tienden a seguir la orientación de los ministerios públicos (que no investigan). Y en el sistema de seguridad, otro tanto: es heredero de un autoritarismo que nunca se puso al día y que hoy quiere tapar el sol con el dedo del Ejército. Hasta allí todos (o muchos) podemos estar de acuerdo, pero lo que hace Luis Rubio, como siempre, es ir más allá; explorar un porqué, desde dos ángulos: 1. la gobernanza como problema y 2. el crecimiento y diversificación de la sociedad como fuente de demandas siempre insatisfechas.
“El país fue creciendo, la sociedad se fue diversificando, la economía se liberalizaba y el sistema político se democratizaba, pero la seguridad y la justicia quedaron rezagadas, junto con (casi) todo el aparato del Estado.”
|