Estos seis años acabarán siendo un gran desperdicio no sólo por la destrucción de posibilidades, sino sobre todo por la creación de mitos que harán tanto más difícil la labor de quien venga en 2024. O más que mitos, habrá que definirlo como el mundo de fantasía que López Obrador creó para sí mismo, para engrandecer su figura. Luis Rubio dibuja el perfil: un profeta seguro de su rectitud, pero sin la menor preocupación por los problemas cotidianos que aquejan a la ciudadanía (como empleo, seguridad e ingresos). Alguien que apuesta a que las cosas salgan bien por sí mismas, al tiempo que considera indispensable vaciar los fondos y fideicomisos, aniquilar instituciones, violar toda clase de preceptos legales y regulatorios para afianzar su popularidad. Sigan leyendo los que prefieran una proyección descarnada pero realista del final de sexenio…
“Un erario vacío y sin futuro obligará a revisar todo, comenzando por los dogmas destructivos que fueron la esencia del gobierno actual…”
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